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domingo, 29 de septiembre de 2013

El amor.

Te rodeé con mi cuerpo dándote el más sincero de los abrazos, besé tus carnosos labios sintiendo algo que jamás había sentido por alguien. ¿Es esto amor? 
Nos desnudamos y nuestros cuerpos se empezaron a rozar suavemente, deseé que ese momento nunca terminase, me sentí tuya, únicamente tuya, de nadie más, sentí que nunca me ibas a fallar, que siempre estaríamos juntos y nada se interpondría entre nosotros.
Tras esa magnífica noche, en la que te di algo que nunca más se lo podría volver a dar a nadie, pasaban los meses y cada día te amaba más, comprendí que habíamos nacido para estar juntos.
Nos empezamos a pelear, yo sufro, sufro mucho, pero a ti parece que te da igual. Estamos enfadados una semana y nos reconciliamos amándonos como nunca, pero vuelve otra pelea, y vuelve el sufrimiento, porque amar, es sufrir.

Mi adicción.

Me despierto con lágrimas en los ojos, todavía no se habían desvanecido de la noche anterior. ¿Cómo conseguiré salir adelante? No puedo olvidar el pasado, aquellas noches se quedarán entre las paredes de mi cerebro para siempre.
Me miro al espejo de mi baño, me siento como una auténtica puta, es más, soy una auténtica puta. Las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos, no puedo más.
Hace algunos meses me enteré de que mis padres estaban pasando por un delicado momento económico, me di cuenta poco a poco que cada vez había menos en la nevera, supe en ese momento que cualquier día nos podían echar de la casa. Empecé a buscar trabajo para ayudarles, pero en ningún trabajo cobraría lo suficiente para pagar todas las deudas. Un día me estaba dirigiendo a un bar para hacer una entrevista de trabajo cuando me encontré a una chica que me preguntó:
-¿Quieres ganar mucho dinero en muy poco tiempo?
Acepté, me daban igual los modos, necesitaba el dinero. 
-¿En qué consiste el trabajo? -pregunté.
-Verás, tú tienes que servir copas y bailar un poco, y luego si quieres ganar el triple de dinero charlar o lo que sea con los clientes.
Entonces fue cuando entendí a la perfección que el trabajo era como prostituta, y, aún así, acepté.
Pasaban las noches y cada día me sentía más asqueada conmigo misma, pero seguía haciéndolo hasta conseguir una cantidad considerable de dinero y decidí que no volvería a ese bar.
-Nunca más -me repetía constantemente mirándome al espejo.
Desde ese día, cada vez que quería dinero recurría a la asquerosa solución de siempre.
Aunque llore todas las noches, siempre volveré a hacerlo, es algo que no puedo parar, es mi adicción.

viernes, 27 de septiembre de 2013

¿Y si tuvieses que elegir?

Le miré fijamente, no sabía aún cómo, pero debía hacerlo. Me temblaba todo el cuerpo y sentí muchos escalofríos recorriéndome el cuerpo. ¿Por qué me habían hecho elegir? Cuando eres pequeño siempre te dicen:
-¿A quién quieres más, a tu madre o a tu padre?
Tú nunca sabes elegir, pero yo en ese momento no tenía elección, me habían obligado a decir uno de los dos. 
-Mata a uno o mueres tú.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Dejemos los complejos.

Todo está oscuro, no veo nada, ¿dónde está la salida de todas estas series de desgracias? 
¿En qué mundo vivimos? Sinceramente la Tierra me da asco. Estamos destruyendo el mundo, la sociedad está sucia, por favor, empecemos a cambiar, que cada uno grite al viento lo que siente sin ningún tipo de vergüenza, todos somos bellos, por dentro y por fuera. ¿Por qué criticamos sin conocer? ¿Por qué no dejamos de criticar y empezamos a unirnos y querernos? Dejemos los complejos de una vez, nada nos puede afectar, siempre deberíamos de estar felices. Comparte, ayuda, ama.

Frente a ti.

‘Esos momentos de ‘stop’ en los que tú me hablas y yo me quedo mirando tu precioso rubio pelo. A veces te enfadas porque piensas que no te estoy escuchando, pero, si te contara porque no te escucho, igual ya no podría escucharte, pero esta vez porque no hablarías.
         No sé si eres gay, yo, lo soy, y deseo que tú lo seas, pero si me lanzo hay dos finales: perderte como amigo o pasar los mejores momentos de mi vida a tu lado.’
         Estos fueron los últimos párrafos que escribí en mi Diario, AMO desahogarme con él, y AMO a Samuel, el chico del que hablaba. Bueno, ahora, preferiría presentarme a mi mismo: Me llamo Matías, si, un nombre horrible, al menos para mí, a todos le encanta mi nombre, menos a mí, mi nombre preferido es: Samuel, y siempre será ese. Llevo enamorado de Samuel desde los doce años, ahora tengo dieciséis. Atrasemos un poco los años.
         Cuando yo tenía la edad de siete años me di cuenta de que no era un niño como todos, era diferente, GAY, y a los doce me enamoré de Samuel. A los trece empecé a contarles a todas mis amigas CHICAS que era gay, y se lo tomaron bastante bien. A los catorce decidí que era el momento de salir del armario, y empecé contándoselo a mi hermana, ésta se lo contó a mis padres y mis padres a toda la familia. ¿Qué como se lo tomaron mis padres? Pues no como esperaba, acabaron aceptándolo, después de procesos como: Negación, rabia, dolor… Pero, ahora, me quieren tal y como soy. La gente empezó a saber poco a poco que era gay, y ya lo confirmaron con un chico que conocí el año pasado que se llamaba Javier, ese era mi ‘CLAVO’ ¿Qué quiero decir con eso? Intenté utilizarle para olvidar a Samuel, repito: intenté… Al cabo de dos meses me di cuenta de que quería a Samuel. He perdido muchos amigos chicos después de esa relación, menos a tres: Esteban, Samuel y Carlos. Pensé que cuando se enterara mi niño (Samuel) iba a dejar de hablarme, porque le trato genial, y pensé de que se iba a catar de que yo andaba por él.
         Volvamos al presente… Hoy he quedado con Samuel para contarle quien me gusta y de quién estoy enamorado, de él, vamos a ver como se lo toma…
         -Matías, suena el timbre, será Samuel.
         Voy corriendo hacia la puerta después de una larga preparación para estar guapo ante él y bajo. Me lleva al parque. Tras una larga conversación, me dice:
         -¿Y qué querías contarme?
         Respiro profundo y me digo a mi mismo: Puedes hacerlo.
         -Pues, yo necesito preguntarte algo para poder seguir viviendo, necesito que me des esperanzas o que me las quites de golpe…-me muerdo inquietamente las uñas mientras le digo-¿Eñrñres gñary?
         Se empieza a reír de mí, y yo me asusto hasta que cuidadosamente me aparta las manos de mi boca y me dice:
         -Repite anda…No te entendido NADA.
         Me arranco los pellejos de las manos sin nada en la boca para que esta vez se me oiga bien:
         -Que si, ¿Eres gay?
         Pone cara de asombro y me dice:
         -¿Cuánto esperabas para hacerme esa pregunta?
         Sus preciosos labios rozan los míos antes de un pequeño mordisquito en el labio inferior, cuando de pronto, me da un beso lento y duradero, un beso que creía que era el principio de algo bonito.
         Se separa de mí y me dice:
         -Pero, has tardado demasiado, me voy a Inglaterra el mes que viene, no podemos estar juntos. No quiero volver a verte, llevo tiempo enamorado de ti y…
         Abro los ojos y lo primero que veo es a Samuel diciéndome Buenos Días. Os preguntaréis que qué ha pasado. Samuel, si, se fue, y yo con él, a estudiar a una asombrosa universidad que me ha costado mucho conseguir, he hecho muchos exámenes para poder vivir mi vida entera junto a él. Ahora deseo: Quiero abrir los ojos de este sueño y que la cita que tengo hoy con Samuel sea igual que la que ha pasado en este sueño.



         ¿Qué piensas que pasará en la cita real de Samuel y Matías? Eso SOLO ELLOS pueden saberlo.

No abras los ojos.

A alguna gente le cuesta respirar, se ponen muy nerviosos, y no hay nada que les pueda hacer calmar, se lo guardan, lo ocultan, solucionan sus problemas solos, aunque necesiten ayuda, se callan. Yo, Samuel, soy uno de esos, siempre me guardo los problemas, no quiero que nadie se preocupe, y creo, que nadie se preocuparía, soy invisible, vivo bajo la sombra de mi miedo, hablar, me cuesta comunicarme, no tengo amigos, soy feo, listo, y pocas veces me entero de lo que dice la gente, una combinación perfecta de, como nos llaman, los ‘pardillos’, es muy duro el instituto sin amigos, mi única amiga es Julia.

-Hola Julia, hoy he tenido un día horroroso, tienes que venir un día a la escuela, es muy divertida, pero sin ti, no lo es, la gente no me cree al decir que existes, me piden que te saque una foto, creen que es imposible que existas, pero tranquila, yo ya les he dicho que tu no quieres que te vean, no te entiendo, creo que tu también tienes problemas de comunicación, porque no hablas, te escondes en tu manta invisible y…
         La madre de Samuel entró por la puerta extrañada, él dejó de hablar con su amiga Julia porque su madre, Cintia, iba a tender la ropa.
-¿Con quién hablabas?
-¿Yo?, con nadie.
-Te he oído, ¿qué hablabas con tu amiga invisible Julia?
-Es invisible para ti, como yo lo soy para el resto del mundo, pero, mamá, Julia existe, y es muy guapa, más guapa que tú. ¡Julia no es invisible! ¡¿Vale?!
Su madre le miró extrañada, de nuevo, como siempre lo hacía. Cogió la ropa y las pinzas y se fue de su habitación preocupada por su fealdad.
A Cintia, no le gustaba nada como era su hijo, hubo una ocasión en que casi le vende, pero se echó atrás, para ella, su hijo no es ‘perfecto’, pasa de él, como si no existiera, Samuel y Julia no existen para el resto del mundo.
-Julia, ¿te apetece que vallamos al parque?
Samuel se imaginó que alguien le decía que si, hizo como que cogía la mano a alguien, y sin preguntar se fue al parque. A la madre, no le importó, para ella, como si se muere, puede llegar a casa a la hora que quiera, no le importa que le asesinen, pues vive en una ciudad muy grande, según dice, es adoptado.
Cuando Samuel bajó las escaleras de su casa, salió a fuera, pasó unas cuantas calles y llegó al parque. Allí se encontró a los ‘populares’ de su colegio, que, como era de esperar, le dijeron unos cuantos insultos.
-Aquí ha llegado el pardillo, ¿vienes con tu  amiga Julia?
Él, en vez de devolver el insulto, hizo como si no existieran y se fue a la parte de los columpios. En uno se sentó Samuel, y en el otro Julia.
El jefe del grupo, Héctor, fue a fastidiarlo. Cuando llegó a la parte de los columpios, se sentó en el columpio donde, supuestamente, estaba sentada Julia, al sentarse, Samuel pego un grito:
-¡¿Qué has hecho?!-dijo llorando, haciendo como que cogía un cuerpo del suelo-¡LE HAS HECHO DAÑO!
Tras decir estas palabras le empujó y le dio muchos puñetazos hasta que unas madres le separaron diciendo frases como: ‘Que barbaridad’, ‘El niño feo ataca’ y otras muy por el estilo.
Samuel cogió a Julia y la curó con una poción mágica, se fue a casa, sabía que no era bueno andar por ahí, todos le odiaban, era el niño feo.
Cuando llegó a casa fue a la habitación y la cerró con un portazo. Su madre, después de abrirla de nuevo, le dio una torta muy fuerte y dolorosa, y seguidamente le dijo a gritos:
         -¡¿Por qué le has tenido que pegar?! Son la familia más rica, ahora nunca nos darán nada.
Después de esas palabras se fue, cerrando con otro portazo.
Samuel se puso a llorar harto de su vida, porque aunque su madre le tratara mal, él la quería, y mucho, era demasiado bueno como para no querer a su madre, él pensaba que ella también le quería porque es su madre, pero no era así, la madre ya no aguantaba más, necesitaba deshacerse de él.
Esa misma noche fue a hablar con su marido:
-Cariño, necesito decirte algo, ¿podemos hablar ahora mismo?
         -Sí, claro, dime.
-Ya no quiero que…
-Dime, ¿el que no quieres ya?
-Samuel.
-¡¿Qué?! Anda deja de decir tonterías, vamos a dormir.
-No son tonterías, ya no le quiero, he pensado en dejarle en un orfanato, es muy fácil, solo tenemos que firmar unos papeles y ya no será nuestro hijo, solo son unos papeles.
En ese momento se oyeron llantos, Samuel gritaba, harto de todo, en ese momento, se dio cuenta de que nadie le quería, su madre, su propia madre estaba decidiendo deshacerse de él, y lo que peor le pareció es que lo decía tan tranquila, le daban ganas de morir, se pegaba puñetazos, mirándose al espejo repitiendo: ‘No sirvo para nada, nadie me quiere’. Se dio una torta, y decidió seguir escuchando la conversación.
-¡De ninguna manera! ¡Es nuestro hijo! No le pienso abandonar, mira, que vas a cambiar a tu hijo por cotilleos, es alucinante.
<<Mi padre me quiere-pensó él con una sonrisa gigante>>
-Pues debes elegir, tu hijo, o tu mujer.
Samuel decidió no escuchar más de la conversación, se imaginaba la respuesta, estaba claro, iba a acabar en un orfanato, y con suerte, en una casa, pero es difícil que alguien adopte a un niño feo, ya no le quedaba nada, no sabía qué hacer, por unos momentos se le ocurrió la idea de suicidarse con Julia, pero, según afirmaba, Julia no quería suicidarse.

-¡HA DESPERTARSE! ¡VENGA! –dijo de malas maneras Cintia.
-¿Y si no quiero?
En ese momento, Manuel, el padre, entro por la puerta haciéndole señales a Samuel para que le hiciera caso:
-Venga, también he preparado un desayuno para Julia.
En ese momento, el pequeño, cogió a Julia de la mano dándose cuenta de que su padre la veía, aunque no la viese, Manuel era astuto, y sabía muy bien cómo hacer feliz a su hijo, y la verdad, era muy sencillo.
Al llegar a la cocina, Samuel se sentó en su típico lugar de comer e hizo como que apartaba una silla para que se sentara su única y mejor amiga.
-Julia, creo que a mi padre le caes bien, te ha preparado un desayuno, ¿no piensas comer nada? Como sigas así, te vas a morir.
Manuel miró tristemente a Samuel, le preocupaba su imaginación, al fin y al cabo, ya tenía 14 años, pero, por una parte le entendía, sin ningún amigo, lo mejor que puedes hacer es inventarte uno. También le miro triste porque al hacerle esa pregunta Cintia, Manuel no pudo responder, tenía más vida con Cintia, y no es lo mismo un hijo que una mujer, Cintia y él nunca se separaban, ella le había dado una semana para responder, y él no sabe qué va a decir. Pobre Samuel, casi nadie le quiere, para él, solo le quiere su valiosa amiga Julia.
Después de desayunar, Samuel, no sabía qué hacer, típico en las mañanas de Sábados, la mayoría de los niños ven la tele o chatean por redes sociales, pero él no tenía amigos, no merecía la pena crearse una red social.
-¡Papá! No sé qué hacer.
-Vete a tu habitación, tengo una idea.
Como le había dicho su padre, fue a su habitación y esperó.
Manuel asomó por la puerta y le hizo un gesto para que se tumbara en la cama.
-Cierra los ojos.
Tras cerrar los ojos, preguntó:
-¿Y ahora qué?
-Silencio, no digas nada, no abras los ojos, crea tu mundo, mete a las personas que quieras en él, e imagina todo lo que se te antoje.
En ese momento Samuel tuvo un mundo en el que solo estaban él y Julia. Se imaginó que volaban, veían las casas muy pequeñas, y Julia hablaba. Tenía una melena rubia y unos preciosos ojos azules, era la mujer más guapa del mundo para él.
-¿Hacia dónde volamos?-preguntó Julia alegremente.
Samuel abrió los ojos, se levantó de la cama y se fue de la habitación.
-¿Qué te pasa?-preguntó su padre.
-No me gusta este juego.
Manuel extrañado porque le debería encantar, pues lo había inventado para eso, le preguntó:
-¿Y eso?
-Es que, papá, odio los sueños, odio esto, es muy parecido, vamos a ver, para que quiero imaginar todo eso, cuando abra los ojos voy a estar en este asco de vida, prefiero no hacerme ilusiones, en el sueño te despiertas y en este juego tuyo, peor todavía, abres los ojos. Solo con abrir los ojos se acaba todo lo bueno.
-Pues no los abras, no los abras.
-¿Y qué voy a estar toda la vida en un profundo sueño?
-Digo, no los abras en la vida, ósea, mira lo bueno, no lo malo.
-¡Ah! Es verdad, pero hay un problema, no hay nada bueno.
Después de decir esto, Samuel se fue a llorar al salón donde se encontraba su madre, al verla, le miró con asco y se fue de casa, se quedó llorando en pijama en las escaleras, le daba igual que alguien le viera, ya lo tenía todo perdido. En el fondo, él, sabía perfectamente que Julia no existía, pero al no tener a nadie, y después de verla en su imaginación, había pasado de ser invisible a ser una preciosa rubia de ojos azules, la típica guapa.
Manuel dejó que Samuel pensara en los hechos porque no sabía que decirle.

-Cariño ¿podemos hablar?-preguntó el padre de la familia a su mujer.
-Sí, claro, claro.
-Es sobre Samuel, ya me lo he pensado.
-¿Y bien que has decidido?
-Pues, haber, cariño, te quiero, mucho, mucho, mucho, pero no eres el tipo de mujer que parecías ser, me has hecho elegir, pues me voy por Samuel, esta es nuestro último día aquí.
Cintia le miró con rabia y con decepción y se fue a un supermercado donde compró alcohol para olvidar que su marido le había dejado.

En casa, todos se pusieron a dormir. Cintia llegó con algunas bebidas muy fuertes. Se bebió dos botellas y se le fue un poco la conciencia, no sabía lo que hacía.
De la rabia y el dolor que Cintia poseía fue a la habitación donde dormía su marido y, sin pensárselo dos veces, hundió un cuchillo en su pecho. Seguidamente se puso a llorar recordando todos los momentos buenos a su lado.
Nada más matarle, arrepentida, se fue de casa para olvidar lo que había en ella, fuera de casa se clavó el mismo cuchillo en su garganta.
Samuel se despertó sudoroso, había tenido la peor pesadilla del mundo. Se levantó de la cama y fue al baño. Por el camino se dio cuenta de que había una gran mancha roja en la cama de sus padres, al entrar, no supo ni llorar, pegó un grito y dijo:
-¡¿Pero qué cojones pasó?!
‘Después de dos años’
-Estos son tus nuevos papás-dijo el director del orfanato a Samuel.
-Hola
-Hola, ¿Quieres que vayamos ya a casa y de paso te la enseño? –dijo su nueva madre con una sonrisa confiable.
Él asintió y fue en el coche de sus nuevos padres.
Cuando llegaron, le enseñaron todas las partes de la casa incluida su habitación.
-¿Me podéis dejar solo en mi habitación?
-Si, por supuesto, y recuerda, este es tu nuevo hogar, como si hubieras vivido aquí desde toda la vida-dijo su nueva madre nuevamente sonriendo.
Cuando se fueron de su nueva habitación disfrutó hablando con Julia explicándole:
-Julia, estoy triste, creo que lo mejor es morirme, si, no insistas, tu no existes, si me muero quizás, pero bueno, no pensemos que no existas ahora, te quiero, vivo soy infeliz, muerto, estaré con mi padre, y estaré contigo, que digo, estaré con todos, y estaré feliz, eso es lo que importa, ¿lo entiendes?
Samuel escribió una carta para sus nuevos y últimos padres.
Después agarró a Julia de la mano y fueron juntos hacia el borde de la ventana, Samuel miró abajo y tragó saliva.
-Te quiero-le dijo a Julia.
<<Yo también-pensó Samuel que le decía ella>>
-Una, dos y tres.
Samuel se dejó caer, cerró los ojos, le apretó la mano a Julia y se tiró con un grito. Antes de caer, notó un apretón de mano, por primera vez notó a Julia.
Abrió los ojos y lo primero que vio fue a una chica guapa, con preciosos cabellos rubios y ojos azules.
-Hola, todo ha ido bien –dijo ella con una sonrisa.
Cuando se levantó de la cama de oro vio a dos pájaros gigantes, uno azul y otro verde.
-El tuyo es el verde.
Se subió al verde, Julia al otro y le dijo:

-¿Hacia dónde volamos?
Tanto tiempo había él estado esperando eso, estar con Julia, que existiera, estar volando, todo lo que quería, y lo único que podía hacer era sonreír, Julia, verdaderamente existía. Los pájaros se tiraron y Samuel sintió que podía volar, Julia le volvió a preguntar:
-¿Hacia dónde volamos?
Y lo último que se de esta pequeña historia es que Samuel recuperó la sonrisa.
         Samuel se miró al espejo y vio que era guapo, sin gafas, sin aparato, era guapo, muy guapo, a su lado la mujer más bella del mundo, su mujer, Julia, con la que había compartido toda su vida, y al otro lado, su padre tan sonriente como siempre, por fin todos juntos, solo faltaba su bella madre, que no la había vuelto a ver. Cintia apareció por la puerta y le dijo:
         -Te quiero.
Y Samuel le sonrió, dejando atrás todo lo malo, porque un juego puede que llegue a darte una mejor vida.
Julia le susurró a Samuel al oído:

-No abras los ojos.

Recuerda mi nombre.

El viento despejaba mi cara, libre del cabello que sostenía mi cabeza. No había ningún otro lugar que me gustase más, ese puente con un rojo precioso, ese sol que alumbraba a los que pasaban por él, el camino. Siempre, al ir a clase por ese puente, llego tarde, no puedo resistir el no quedarme viendo los patos nadar por el río de debajo del puente, observando los pájaros volar a mi alrededor, sonreír al ver los campos que están más allá del puente, de un verde fugaz y deslumbrante, un verde con pintadas amarillas de margaritas a pleno crecer.
Mi móvil suena, ya he vuelto a llegar tarde, lo cojo y era mi madre regañándome como siempre por llegar tarde. Corro hacia el colegio y una voz realmente delicada me pregunta a mis espaldas:
-¿Tú también llegas tarde?
Me giro y veo a la persona más preciosa que nunca había visto, la conocía, pero gracias al sol de mi puente que liberaba su cara de cualquier oscuridad, he logrado verla de otra manera.
-¡Eh, eh! –me despertó ella de mi sueño despierto.
-Eh… Si, ¿y tú? –le respondí con cara de idiota.
-¿Hacemos pellas… juntos?
En mi cara se pudo iluminar una sonrisa bastante amorosa pero demasiado agilipollada, pero, por la cara que puso, le gustó, por lo tanto no la quité, y le respondí con esa misma amorosa y agilipollada sonrisa:
-¿Contigo, claro?
-¿Estás ligando conmigo? –me preguntó con cara de tener ganas de escuchar un sí.
-Sí tú quieres que ligue contigo, lo haré.
-Pues… hazlo.
Vale, claramente, me ha ganado la batalla.
Se me escapó una risita tontorrona, y se me apeteció besarla, se me apeteció mucho. Pareció que me había leído el pensamiento porque me dijo manoseándose el pelo juguetonamente:
-Bésame si se te apetece.
-Me apetece.
Me acerqué a ella con muchísimas ganas de rozar sus carnosos labios pero, inesperadamente, me puso un dedo y la boca y me preguntó:
-Pero, antes, al menos dime cómo te llamas, yo Sofía, ¿y tú?
Ella sabía perfectamente mi nombre, y suponía que yo sabía el suyo, pero creo que intentaba hacerse un poco la interesante para que me gustase más. Cortésmente, le respondí:
-Yo me llamo Kurt, por cierto, me encanta tu nombre.
-A mí me encantan tus labios.
Tras decir esas palabras, Sofía, se acercó a mí y me dio un beso demasiado intenso, un beso que marcó el principio de algo, que yo creo, que va a ser muy perfectamente perfecto, no sé por qué, es la primera vez que me intereso por ella, pero ya me da la sensación de que la amo.
Nuestros labios se separaron, nos sonreímos, echamos unas risas sin mirarnos a los ojos, y yo decidí abrazarla. Cuando el abrazo se terminó, por desgracia, ella me preguntó:
-¿Paseamos un rato?, sé que te encanta este campo.
-Y… ¿Cómo lo sabes? –le cuestioné inquieto porque era la segunda vez que me leía el pensamiento.
Me rodeó sus brazos por mi cintura, acercó sus labios a mi oído y me susurró:
-Todos los días del curso te he espiado y tus ojos eran de un azul más claro al mirar todo este terreno.
Me emocioné, y pensé: ‘Qué chica tan maravillosa’. Le sonreí y le di un pequeño beso. Comenzamos a pasear, y tras andar un par de horas por ese magnífico lugar, que por aquel entonces era NUESTRO lugar, nos echamos sobre las margaritas, preciosas amarillas margaritas, y empezamos a tener una larga conversación, empezó ella, naturalmente me lo esperaba:
-¿Sabes qué?
-Dime –le dije con los ojos de azul aclarados.
-No sabía que me podías gustar tanto en tan poco tiempo.
No dije nada, no hizo falta, solo le volví a besar de nuevo, pero fue un beso más largo y con más delicadeza y amor, fue mágico, fue lo que inició mi enamoramiento hacia ella.
Desde ese día, después de la tremenda bronca de mi madre por no ir a clase, empezamos a ser inseparables, estar todas las horas del día juntos.
Han pasado ya siete meses, hoy mismo hacemos siete meses, y, como siempre, quedamos donde el puente para ir juntos a clase.
Me acabé de preparar y fui corriendo impidiendo hacerle esperar. Soy miope, pero desde mi casa pude ver sus preciosos cabellos rubios, y supe que era ella.
Sofía, al verme, corrió hacia mí con un paquete en la mano, saltó a mis brazos y me empezó a besar toda la cara y, finalmente, la boca. Me gritó muerta de ilusión:
-¡Hacemos ya siete meses!
Nos intercambiamos los regalos, yo le regalé un collar de oro puro, que la verdad me había costado mucho, y ella a mí una preciosa funda para guardar mis láminas, ah, no lo había comentado, me fascina pintar.
Empezamos a caminar dirigiéndonos hacia el instituto, y besándonos cada poco.
Por el camino, algo espantoso pasó, Sofía se desmayó, y me preocupé muchísimo, llamé a todos y la llevaron al hospital, y yo les acompañé. Estuve esperando en la sala de espera mucho tiempo, y, por fin, llegó su madre a comunicarme lo que había pasado.
-Hola Kurt.
-Hola Madeline.
Ansiosamente le pregunté asustado, y con ganas de llorar a mares:
-¿Qué le pasa?
Madeline se puso sus dedos índices en los ojos, impidiendo que su rímel se corriese por las lágrimas que brotaban de sus ojos.
-Pero, ¡¿Qué le pasa?! –insistí.
Miró al techo con un dedo en la nariz y continuando llorando y me dijo:
-Pues, que los médicos le han detectado una extraña enfer… enferm… enfermedad.
Rompió a llorar, despreocupándose de su maquillaje y solo preocupándose en su hija. Yo también lloré, y quise más explicaciones:
-¿Y qué hace esa enfermedad?
-Ya se ha quedado ciega. Olvida los recuerdos, se vuelve muy débil, se desmaya, le dan ataques de ansiedad, y más cosas horrorosas.
Lloré más aún, sobretodo en que me iba a olvidar, y en que se iba a volver muy débil. No quería que se muriese… Madeline siguió explicándome la situación. Y lo peor que pude escuchar fue que no tenía cura, porque, ni los médicos conocían la enfermedad, y ya estaba muy avanzada.
-Corre a verla, a despedirte, ahora que te recuerda –me dijo con una verdadera alegría de que yo la quisiese.
El mes anterior, en nuestro aniversario, nos regalamos una pulsera con un cascabel, tenía una idea para que me recordase siempre.
Entré en la habitación y estaba débil, rodeada de cables, pálida. Me aguanté las ganas de llorar para que ella no me viese triste y le saludé:
-Mi amor, hola, soy Kurt.
Me buscó con su mano para poder tocarme y me acerqué a ella para que pudiese hacerlo y que se diese cuenta de que estaba a su lado. Me saludó ella también con lágrimas en los ojos:
-Hola, cariño.
Le cogí de la mano y le mostré mi plan para que no olvidase mi nombre:
-Sofía, a mí no me vas a olvidar, tengo la manera…
-Voy a olvidar todo –me interrumpió.
Le di un beso en la mejilla y continué:
-Créeme, no me vas a olvidar, a ver escúchame. ¿Recuerdas nuestras pulseras con un cascabel?
-Sí, claro que lo hago.
-Pues te voy a poner una alarma en el móvil, para que cada media hora agites la mano y puedas escuchar el cascabel y por tanto recordar mi nombre.
-¿Cómo sabré que tengo que mover la mano?
-La alarma te lo dirá.
Me acerqué más a ella, le cogí de la mano y le besé en los labios, el beso más profundo que nos habíamos dado en toda nuestra relación, pero, no marcaba el inicio de nada, marcaba su final, y si era su final, supongo que también será mi final, porque ella se ha convertido en mi vida. Antes de irme le dije agitando la mano:
-Recuerda mi nombre.
Mirando hacia otro lado me sonrió, pero supe que esa sonrisa era para mí. Me respondió:
-Lo haré, nunca te olvidaré, hay cosas que, enferma o no, no podré olvidar.

Al pasar unos meses, Sofía murió, y no lloré, me alegré, se le había acabado el sufrimiento, sé que no era justo, pero, mejor que sufrir, morir, y murió, de la forma que  yo deseaba y que yo quería: Recordando mi nombre.

Princesa de cristal.

Me miro al espejo apoyándome en el lavabo. Abro el grifo y me limpio los dos dedos con los que provoqué el vómito. Me intento contener y no puedo, derramo lágrimas prometiéndome que será la última vez.
Me llamo Cristina, tengo diecisiete años, soy bulímica y anoréxica desde hace más de cinco meses, no lo sabe nadie, vivo sola este infierno.
A veces pienso que he nacido para estar sola, que no merezco a alguien que me quiera, que solo merezco el dolor y la muerte.
No le tengo miedo a la muerte, únicamente le tengo miedo a los kilos, los que me invaden, y los que son mi muerte interior.
Hablé con gente por internet para pedir ayuda, pero nadie me entendió, nadie entiende el daño que me hace comer, me produce ansiedad, y sólo me dan ganas de morir cuando lo hago.
Me da la sensación de que mis padres están ciegos, necesito ayuda urgentemente.
Tengo los brazos llenos de cortes, cada corte significa un día que he querido a quien no podía alcanzar, un día que he comido mucho o un día que he vomitado.
Me siento nerviosa al escribir estas líneas, me da miedo el pensar cómo me estoy destruyendo a mí misma por dentro y por fuera.
Mi reto es ser perfecta, cada mes pierdo cinco kilos aproximadamente. Empecé pesando ochenta kilos y ahora cincuenta y cinco, pero aún no estoy satisfecha. Me mareo constantemente, necesito a alguien que me haga salir de este infierno.
Cada día cuando suena mi despertador lo primero que hago es pensar si de verdad merece la pena levantarse para otro día amargo. Después me voy a mirar al espejo y me hago la misma pregunta.
Hoy es un día especial, cumplo los cinco meses como anoréxica y bulímica, me he propuesto que no habrá un sexto mes, que todo acabará pronto, y que lo conseguiré.
Después de unas semanas…
Me despierto contenta, sin hacerme ninguna pregunta y sin irme a ver al espejo, desayuno comiendo normal.
Llevo tres días comiendo bien, estoy totalmente recuperada, mañana sería el día que cumpliría los seis meses como anoréxica y bulímica, pero no, todo es perfecto, mi mundo, y yo me considero algo más guapa.
Acabo de ducharme y me dirijo a mi habitación a vestirme. Elijo mi mejor ropa puesto que es viernes, y hay que aprovecharlo. Cuando acabo, me pinto y me arreglo del todo y salgo de casa después de coger la mochila.
Por el camino el viento golpea mi sonrisa, una sonrisa que hacía tiempo que mi cara no era capaz de lucir, una sonrisa que yo pensaba que era el principio de una nueva etapa, el principio de mi renacer, el principio de empezar a vivir la vida, dejando atrás todos los complejos que me atormentaban el alma.
Llego al instituto y saludo a todos mis amigos, también ellos notaron que soy una nueva yo.
En clase todo me fue genial, mejor que nunca, todo perfecto, como mi día, y por fin acabo la clase y voy de vuelta a casa sin eliminar mi sonrisa.
Al llegar me voy a mi habitación y observo mi báscula, llevaba tiempo sin usarla y decido ver cuánto he engordado.
Cojo mi libreta y observo la última anotación: cuarenta y dos kilos.
Me subo en la báscula y descubro mi nuevo peso: setenta y cinco kilos.
En ese momento mi corazón empezó a ir más rápido, comencé a llorar desesperadamente olvidando todo lo que había mejorado de la enfermedad. Pienso en todo lo que he comido, me miro en el espejo y me desespero. Me entra demasiada ansiedad, por lo que cojo un cuchillo y me empiezo a cortar las venas como nunca lo había hecho.
Pienso en la muerte, y en que ello haría acabar todo el dolor, y decido hacerlo, decido acabar con el dolor, dejar todo lo que he luchado por los suelos y únicamente llorar y cortarme más profundo y en diagonal, la sangre se derrama sin parar y yo no me detengo y sigo yendo más profundo.
Lo último que pude hacer fue escribir en un papel:

Mejor irse que sufrir de nuevo, sé que me recuperaré y recaeré mil veces, porque soy una princesa débil, una princesa de cristal.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Quince.

He perdido la noción del tiempo, no sé cuántas horas llevo metido aquí, un lugar maloliente y oscuro, nos están tratando como al ganado, eso provoca que mi autoestima descienda rápidamente. No sé muy bien qué hago aquí, pero he escuchado a unos adultos decir que estamos yendo a un campo de concentración, me pregunto qué será eso. No aguanto, tengo miedo de hacer mis necesidades encima de mí, como la mayoría está haciendo, pero a mí me da vergüenza. También he oído que nos llevan allí por ser judíos, y no entiendo por qué a mí me llevan, soy judío, sí, pero no creo en la religión judía. Quiero salir de aquí, pasan los minutos y mis amigos y yo no aguantamos más.
No sé exactamente cuánto llevamos aquí metidos, lo qué sé es cuando me metieron aquí. Yo estaba en clase, aburrido, sin prestar atención, solo me preocupaba la tela de araña que se encontraba en una de las esquinas posteriores de la clase. De repente, un señor algo extraño entró en clase penetrando la mirada a cada uno de la clase, y nos comunicó:
-A los que nombre a continuación deberán venir conmigo.
Me daba mala espina aquel hombre, y me asusté mucho cuando escuche Almagor, mi nombre. Una serie de escalofríos comenzaban a recorrer mi cuerpo hasta que llegué aquí.
Ha llegado un judío con un uniforme muy peculiar, es tipo los que llevan los delincuentes. Se acercó a mí y me dijo:
-Dame todas tus pertenencias.
Le entregué mi reloj y poco más que llevaba puesto, y cuando se lo tendí sobre su mano me susurró al oído:
-¿Cuántos años tienes?
-Quince, ¿por?
-Cuando te pregunten di que tienes dieciséis.
Me pareció muy extraño lo que me dijo aquel hombre, no supe muy bien si hacerle caso.
Por fin, no sacaron de ese espantoso lugar y nos reunieron a todos los que anteriormente nos encontrábamos allí en una sala.
Allí nos obligaron a hacer algo que me avergüenza escribir, debimos desnudarnos.
A todos los jóvenes les fueron preguntando la edad, me di cuenta de que si decían menos de dieciséis iban en una dirección y si decían más en otra. Según escuché a un adulto decir, los menores de quince iban a la cámara de gas. Sonaba divertido aquel nombre, ¿qué sería?
Un hombre pronunció mi nombre y me preguntó la edad. Tardé unos segundos en responder, no sabía muy bien que hacer, cuando lo tuve claro, lo hice:
-Quince.

domingo, 22 de septiembre de 2013

La música.

Escucho la suave melodía, la memorizo, me enamoro de ella. Sé cuando una canción me gusta porque el corto y fino vello de mis brazos se eriza adorando la música que mis oídos están escuchando. La música me protege de los que no aceptan mi manera de ser. Solo la música sabe hacerme sentir bien.

Necesidades.

Hay días en los que me levanto sintiéndome insuficiente, sintiendo que puedo dar más de mí, y que no lo hago, sintiendo que no soy lo suficientemente delgado como para ser amado. Le veo a él y todos esos pensamientos se vuelven aún más fuertes, todos esos pensamientos son los que me hacen plantear si debo adelgazar. Sé que debo salir adelante, pero también sé que nunca me sentiré bien conmigo mismo. Tengo la necesidad de encontrar una persona que me haga descubrir las cosas buenas de la vida. necesito encontrar a alguien que me devuelva las ganas de luchar, lo necesito, antes de que sea demasiado tarde.

Duro trabajo.

Mis manos se encontraban sucias, el duro trabajo de aquel día me había agotado por completo. Pasaban los días y todo mi trabajo no daba recompensación, me cansé... Dejé de trabajar duro, dejé de luchar, ya no tenía razones por las que seguir adelante. Los problemas comenzaban a ir uno tras otro, mis ilusiones se iban quemando hasta convertirse en la más negra ceniza. Había noches que me las pasaba llorando, puede que no existiera una razón, pero necesitaba sacar todo el dolor retenido. Un día me desperté y me susurré a mí mismo frente a un espejo: 'Volveré a luchar, esta vez lo conseguiré'.

Por un final feliz.

   He decidido hacerme un blog, como podréis comprobar. Me apetece crear, crear personajes, inventar historias, quiero tener el poder de transmitiros mis opiniones, expresaros como me siento. Tengo demasiada imaginación acumulada, tengo muchas historias pensadas que jamás tuve la suerte de compartir, tengo opiniones que nunca he dicho por razones que no es necesario nombrar. La personas a veces no decimos lo que pensamos, aunque luego vamos diciendo por ahí: 'siempre digo lo que pienso'. 
   Espero que sigas leyendo más entradas, así tendrás la oportunidad de conocerme mejor y volar en mi mundo, procuraré no escribir mucho en mis entradas, no quiero aburriros
   Por hoy ya está bien, nos vemos muy pronto, un saludo, que nadie te amargue tus días porque cada día es valioso, cada uno de tus días lo son.
Me siento frente al papel en blanco y comienzo a escribir en él. La verdad no sé muy bien si lo que escribo sirve de algo, pero hace sentirme bien. ¿Cuántas historias se pueden escribir en un trozo de papel? Cuando comienzo a escribir un cuento siento el poder de crear un mundo nuevo que yo puedo dirigir. Cada uno de los personajes que aparecen en la historia me los imagino de una forma u otra dependiendo de su nombre, es curioso así es como gano la sabiduría de describir personajes. Si algo no me gusta, solo tengo que borrarlo y escribirlo como yo quiero. Es esa la razón por la cual amo inventar y modificar historias, es esa la razón de que ahora mismo esté ocupando mi tiempo en escribir sobre un trozo de papel, me hace feliz, me hace pensar que, si me esfuerzo, puedo controlar también el mundo real. El final de mis múltiples historias es siempre lo que más adoro, porque invento un final por el que yo estoy luchando: por un final feliz.