A alguna gente le cuesta respirar, se ponen muy
nerviosos, y no hay nada que les pueda hacer calmar, se lo guardan, lo ocultan,
solucionan sus problemas solos, aunque necesiten ayuda, se callan. Yo, Samuel,
soy uno de esos, siempre me guardo los problemas, no quiero que nadie se
preocupe, y creo, que nadie se preocuparía, soy invisible, vivo bajo la sombra
de mi miedo, hablar, me cuesta comunicarme, no tengo amigos, soy feo, listo, y
pocas veces me entero de lo que dice la gente, una combinación perfecta de,
como nos llaman, los ‘pardillos’, es muy duro el instituto sin amigos, mi única
amiga es Julia.
-Hola Julia, hoy he tenido un día horroroso,
tienes que venir un día a la escuela, es muy divertida, pero sin ti, no lo es,
la gente no me cree al decir que existes, me piden que te saque una foto, creen
que es imposible que existas, pero tranquila, yo ya les he dicho que tu no
quieres que te vean, no te entiendo, creo que tu también tienes problemas de
comunicación, porque no hablas, te escondes en tu manta invisible y…
La
madre de Samuel entró por la puerta extrañada, él dejó de hablar con su amiga
Julia porque su madre, Cintia, iba a tender la ropa.
-¿Con quién hablabas?
-¿Yo?, con nadie.
-Te he oído, ¿qué hablabas con tu amiga invisible
Julia?
-Es invisible para ti, como yo lo soy para el
resto del mundo, pero, mamá, Julia existe, y es muy guapa, más guapa que tú.
¡Julia no es invisible! ¡¿Vale?!
Su madre le miró extrañada, de nuevo, como
siempre lo hacía. Cogió la ropa y las pinzas y se fue de su habitación
preocupada por su fealdad.
A Cintia, no le gustaba nada como era su hijo,
hubo una ocasión en que casi le vende, pero se echó atrás, para ella, su hijo
no es ‘perfecto’, pasa de él, como si no existiera, Samuel y Julia no existen
para el resto del mundo.
-Julia, ¿te apetece que vallamos al parque?
Samuel se imaginó que alguien le decía que si,
hizo como que cogía la mano a alguien, y sin preguntar se fue al parque. A la
madre, no le importó, para ella, como si se muere, puede llegar a casa a la
hora que quiera, no le importa que le asesinen, pues vive en una ciudad muy
grande, según dice, es adoptado.
Cuando Samuel bajó las escaleras de su casa,
salió a fuera, pasó unas cuantas calles y llegó al parque. Allí se encontró a
los ‘populares’ de su colegio, que, como era de esperar, le dijeron unos
cuantos insultos.
-Aquí ha llegado el pardillo, ¿vienes con tu amiga Julia?
Él, en vez de devolver el insulto, hizo como si
no existieran y se fue a la parte de los columpios. En uno se sentó Samuel, y
en el otro Julia.
El jefe del grupo, Héctor, fue a fastidiarlo.
Cuando llegó a la parte de los columpios, se sentó en el columpio donde,
supuestamente, estaba sentada Julia, al sentarse, Samuel pego un grito:
-¡¿Qué has hecho?!-dijo llorando, haciendo como
que cogía un cuerpo del suelo-¡LE HAS HECHO DAÑO!
Tras decir estas palabras le empujó y le dio
muchos puñetazos hasta que unas madres le separaron diciendo frases como: ‘Que
barbaridad’, ‘El niño feo ataca’ y otras muy por el estilo.
Samuel cogió a Julia y la curó con una poción
mágica, se fue a casa, sabía que no era bueno andar por ahí, todos le odiaban,
era el niño feo.
Cuando llegó a casa fue a la habitación y la
cerró con un portazo. Su madre, después de abrirla de nuevo, le dio una torta
muy fuerte y dolorosa, y seguidamente le dijo a gritos:
-¡¿Por qué le has tenido que
pegar?! Son la familia más rica, ahora nunca nos darán nada.
Después de esas palabras se fue, cerrando con
otro portazo.
Samuel se puso a llorar harto de su vida, porque
aunque su madre le tratara mal, él la quería, y mucho, era demasiado bueno como
para no querer a su madre, él pensaba que ella también le quería porque es su
madre, pero no era así, la madre ya no aguantaba más, necesitaba deshacerse de
él.
Esa misma noche fue a hablar con su marido:
-Cariño, necesito decirte algo, ¿podemos hablar
ahora mismo?
-Sí,
claro, dime.
-Ya no quiero que…
-Dime, ¿el que no quieres ya?
-Samuel.
-¡¿Qué?! Anda deja de decir tonterías, vamos a
dormir.
-No son tonterías, ya no le quiero, he pensado en
dejarle en un orfanato, es muy fácil, solo tenemos que firmar unos papeles y ya
no será nuestro hijo, solo son unos papeles.
En ese momento se oyeron llantos, Samuel gritaba,
harto de todo, en ese momento, se dio cuenta de que nadie le quería, su madre,
su propia madre estaba decidiendo deshacerse de él, y lo que peor le pareció es
que lo decía tan tranquila, le daban ganas de morir, se pegaba puñetazos,
mirándose al espejo repitiendo: ‘No sirvo para nada, nadie me quiere’. Se dio
una torta, y decidió seguir escuchando la conversación.
-¡De ninguna manera! ¡Es nuestro hijo! No le
pienso abandonar, mira, que vas a cambiar a tu hijo por cotilleos, es
alucinante.
<<Mi padre me quiere-pensó él con una
sonrisa gigante>>
-Pues debes elegir, tu hijo, o tu mujer.
Samuel decidió no escuchar más de la
conversación, se imaginaba la respuesta, estaba claro, iba a acabar en un
orfanato, y con suerte, en una casa, pero es difícil que alguien adopte a un
niño feo, ya no le quedaba nada, no sabía qué hacer, por unos momentos se le
ocurrió la idea de suicidarse con Julia, pero, según afirmaba, Julia no quería
suicidarse.
-¡HA DESPERTARSE! ¡VENGA! –dijo de malas maneras
Cintia.
-¿Y si no quiero?
En ese momento, Manuel, el padre, entro por la
puerta haciéndole señales a Samuel para que le hiciera caso:
-Venga, también he preparado un desayuno para
Julia.
En ese momento, el pequeño, cogió a Julia de la
mano dándose cuenta de que su padre la veía, aunque no la viese, Manuel era
astuto, y sabía muy bien cómo hacer feliz a su hijo, y la verdad, era muy
sencillo.
Al llegar a la cocina, Samuel se sentó en su
típico lugar de comer e hizo como que apartaba una silla para que se sentara su
única y mejor amiga.
-Julia, creo que a mi padre le caes bien, te ha
preparado un desayuno, ¿no piensas comer nada? Como sigas así, te vas a morir.
Manuel miró tristemente a Samuel, le preocupaba
su imaginación, al fin y al cabo, ya tenía 14 años, pero, por una parte le
entendía, sin ningún amigo, lo mejor que puedes hacer es inventarte uno. También
le miro triste porque al hacerle esa pregunta Cintia, Manuel no pudo responder,
tenía más vida con Cintia, y no es lo mismo un hijo que una mujer, Cintia y él
nunca se separaban, ella le había dado una semana para responder, y él no sabe
qué va a decir. Pobre Samuel, casi nadie le quiere, para él, solo le quiere su
valiosa amiga Julia.
Después de desayunar, Samuel, no sabía qué hacer,
típico en las mañanas de Sábados, la mayoría de los niños ven la tele o chatean
por redes sociales, pero él no tenía amigos, no merecía la pena crearse una red
social.
-¡Papá! No sé qué hacer.
-Vete a tu habitación, tengo una idea.
Como le había dicho su padre, fue a su habitación
y esperó.
Manuel asomó por la puerta y le hizo un gesto
para que se tumbara en la cama.
-Cierra los ojos.
Tras cerrar los ojos, preguntó:
-¿Y ahora qué?
-Silencio, no digas nada, no abras los ojos, crea
tu mundo, mete a las personas que quieras en él, e imagina todo lo que se te
antoje.
En ese momento Samuel tuvo un mundo en el que
solo estaban él y Julia. Se imaginó que volaban, veían las casas muy pequeñas,
y Julia hablaba. Tenía una melena rubia y unos preciosos ojos azules, era la
mujer más guapa del mundo para él.
-¿Hacia dónde volamos?-preguntó Julia
alegremente.
Samuel abrió los ojos, se levantó de la cama y se
fue de la habitación.
-¿Qué te pasa?-preguntó su padre.
-No me gusta este juego.
Manuel extrañado porque le debería encantar, pues
lo había inventado para eso, le preguntó:
-¿Y eso?
-Es que, papá, odio los sueños, odio esto, es muy
parecido, vamos a ver, para que quiero imaginar todo eso, cuando abra los ojos
voy a estar en este asco de vida, prefiero no hacerme ilusiones, en el sueño te
despiertas y en este juego tuyo, peor todavía, abres los ojos. Solo con abrir
los ojos se acaba todo lo bueno.
-Pues no los abras, no los abras.
-¿Y qué voy a estar toda la vida en un profundo
sueño?
-Digo, no los abras en la vida, ósea, mira lo
bueno, no lo malo.
-¡Ah! Es verdad, pero hay un problema, no hay
nada bueno.
Después de decir esto, Samuel se fue a llorar al
salón donde se encontraba su madre, al verla, le miró con asco y se fue de
casa, se quedó llorando en pijama en las escaleras, le daba igual que alguien
le viera, ya lo tenía todo perdido. En el fondo, él, sabía perfectamente que
Julia no existía, pero al no tener a nadie, y después de verla en su
imaginación, había pasado de ser invisible a ser una preciosa rubia de ojos
azules, la típica guapa.
Manuel dejó que Samuel pensara en los hechos
porque no sabía que decirle.
-Cariño ¿podemos hablar?-preguntó el padre de la
familia a su mujer.
-Sí, claro, claro.
-Es sobre Samuel, ya me lo he pensado.
-¿Y bien que has decidido?
-Pues, haber, cariño, te quiero, mucho, mucho,
mucho, pero no eres el tipo de mujer que parecías ser, me has hecho elegir,
pues me voy por Samuel, esta es nuestro último día aquí.
Cintia le miró con rabia y con decepción y se fue
a un supermercado donde compró alcohol para olvidar que su marido le había
dejado.
En casa, todos se pusieron a dormir. Cintia llegó
con algunas bebidas muy fuertes. Se
bebió dos botellas y se le fue un poco la conciencia, no sabía lo que hacía.
De la rabia y el
dolor que Cintia poseía fue a la habitación donde dormía su marido y, sin
pensárselo dos veces, hundió un cuchillo en su pecho. Seguidamente se puso a
llorar recordando todos los momentos buenos a su lado.
Nada más matarle,
arrepentida, se fue de casa para olvidar lo que había en ella, fuera de casa se
clavó el mismo cuchillo en su garganta.
Samuel se despertó
sudoroso, había tenido la peor pesadilla del mundo. Se levantó de la cama y fue
al baño. Por el camino se dio cuenta de que había una gran mancha roja en la
cama de sus padres, al entrar, no supo ni llorar, pegó un grito y dijo:
-¡¿Pero qué
cojones pasó?!
‘Después de dos
años’
-Estos son tus
nuevos papás-dijo el director del orfanato a Samuel.
-Hola
-Hola, ¿Quieres
que vayamos ya a casa y de paso te la enseño? –dijo su nueva madre con una
sonrisa confiable.
Él asintió y fue
en el coche de sus nuevos padres.
Cuando llegaron,
le enseñaron todas las partes de la casa incluida su habitación.
-¿Me podéis dejar
solo en mi habitación?
-Si, por supuesto,
y recuerda, este es tu nuevo hogar, como si hubieras vivido aquí desde toda la
vida-dijo su nueva madre nuevamente sonriendo.
Cuando se fueron
de su nueva habitación disfrutó hablando con Julia explicándole:
-Julia, estoy
triste, creo que lo mejor es morirme, si, no insistas, tu no existes, si me
muero quizás, pero bueno, no pensemos que no existas ahora, te quiero, vivo soy
infeliz, muerto, estaré con mi padre, y estaré contigo, que digo, estaré con
todos, y estaré feliz, eso es lo que importa, ¿lo entiendes?
Samuel escribió
una carta para sus nuevos y últimos padres.
Después agarró a
Julia de la mano y fueron juntos hacia el borde de la ventana, Samuel miró
abajo y tragó saliva.
-Te quiero-le dijo
a Julia.
<<Yo
también-pensó Samuel que le decía ella>>
-Una, dos y tres.
Samuel se dejó
caer, cerró los ojos, le apretó la mano a Julia y se tiró con un grito. Antes
de caer, notó un apretón de mano, por primera vez notó a Julia.
Abrió los ojos y
lo primero que vio fue a una chica guapa, con preciosos cabellos rubios y ojos
azules.
-Hola, todo ha ido
bien –dijo ella con una sonrisa.
Cuando se levantó
de la cama de oro vio a dos pájaros gigantes, uno azul y otro verde.
-El tuyo es el
verde.
Se subió al verde,
Julia al otro y le dijo:
-¿Hacia dónde volamos?
Tanto tiempo había
él estado esperando eso, estar con Julia, que existiera, estar volando, todo lo
que quería, y lo único que podía hacer era sonreír, Julia, verdaderamente
existía. Los pájaros se tiraron y Samuel sintió que podía volar, Julia le
volvió a preguntar:
-¿Hacia dónde
volamos?
Y lo último que se
de esta pequeña historia es que Samuel recuperó la sonrisa.
Samuel
se miró al espejo y vio que era guapo, sin gafas, sin aparato, era guapo, muy
guapo, a su lado la mujer más bella del mundo, su mujer, Julia, con la que
había compartido toda su vida, y al otro lado, su padre tan sonriente como
siempre, por fin todos juntos, solo faltaba su bella madre, que no la había
vuelto a ver. Cintia apareció por la puerta y le dijo:
-Te
quiero.
Y Samuel le sonrió, dejando atrás todo lo malo,
porque un juego puede que llegue a darte una mejor vida.
Julia le susurró a Samuel al oído:
-No abras los ojos.