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jueves, 26 de septiembre de 2013

No abras los ojos.

A alguna gente le cuesta respirar, se ponen muy nerviosos, y no hay nada que les pueda hacer calmar, se lo guardan, lo ocultan, solucionan sus problemas solos, aunque necesiten ayuda, se callan. Yo, Samuel, soy uno de esos, siempre me guardo los problemas, no quiero que nadie se preocupe, y creo, que nadie se preocuparía, soy invisible, vivo bajo la sombra de mi miedo, hablar, me cuesta comunicarme, no tengo amigos, soy feo, listo, y pocas veces me entero de lo que dice la gente, una combinación perfecta de, como nos llaman, los ‘pardillos’, es muy duro el instituto sin amigos, mi única amiga es Julia.

-Hola Julia, hoy he tenido un día horroroso, tienes que venir un día a la escuela, es muy divertida, pero sin ti, no lo es, la gente no me cree al decir que existes, me piden que te saque una foto, creen que es imposible que existas, pero tranquila, yo ya les he dicho que tu no quieres que te vean, no te entiendo, creo que tu también tienes problemas de comunicación, porque no hablas, te escondes en tu manta invisible y…
         La madre de Samuel entró por la puerta extrañada, él dejó de hablar con su amiga Julia porque su madre, Cintia, iba a tender la ropa.
-¿Con quién hablabas?
-¿Yo?, con nadie.
-Te he oído, ¿qué hablabas con tu amiga invisible Julia?
-Es invisible para ti, como yo lo soy para el resto del mundo, pero, mamá, Julia existe, y es muy guapa, más guapa que tú. ¡Julia no es invisible! ¡¿Vale?!
Su madre le miró extrañada, de nuevo, como siempre lo hacía. Cogió la ropa y las pinzas y se fue de su habitación preocupada por su fealdad.
A Cintia, no le gustaba nada como era su hijo, hubo una ocasión en que casi le vende, pero se echó atrás, para ella, su hijo no es ‘perfecto’, pasa de él, como si no existiera, Samuel y Julia no existen para el resto del mundo.
-Julia, ¿te apetece que vallamos al parque?
Samuel se imaginó que alguien le decía que si, hizo como que cogía la mano a alguien, y sin preguntar se fue al parque. A la madre, no le importó, para ella, como si se muere, puede llegar a casa a la hora que quiera, no le importa que le asesinen, pues vive en una ciudad muy grande, según dice, es adoptado.
Cuando Samuel bajó las escaleras de su casa, salió a fuera, pasó unas cuantas calles y llegó al parque. Allí se encontró a los ‘populares’ de su colegio, que, como era de esperar, le dijeron unos cuantos insultos.
-Aquí ha llegado el pardillo, ¿vienes con tu  amiga Julia?
Él, en vez de devolver el insulto, hizo como si no existieran y se fue a la parte de los columpios. En uno se sentó Samuel, y en el otro Julia.
El jefe del grupo, Héctor, fue a fastidiarlo. Cuando llegó a la parte de los columpios, se sentó en el columpio donde, supuestamente, estaba sentada Julia, al sentarse, Samuel pego un grito:
-¡¿Qué has hecho?!-dijo llorando, haciendo como que cogía un cuerpo del suelo-¡LE HAS HECHO DAÑO!
Tras decir estas palabras le empujó y le dio muchos puñetazos hasta que unas madres le separaron diciendo frases como: ‘Que barbaridad’, ‘El niño feo ataca’ y otras muy por el estilo.
Samuel cogió a Julia y la curó con una poción mágica, se fue a casa, sabía que no era bueno andar por ahí, todos le odiaban, era el niño feo.
Cuando llegó a casa fue a la habitación y la cerró con un portazo. Su madre, después de abrirla de nuevo, le dio una torta muy fuerte y dolorosa, y seguidamente le dijo a gritos:
         -¡¿Por qué le has tenido que pegar?! Son la familia más rica, ahora nunca nos darán nada.
Después de esas palabras se fue, cerrando con otro portazo.
Samuel se puso a llorar harto de su vida, porque aunque su madre le tratara mal, él la quería, y mucho, era demasiado bueno como para no querer a su madre, él pensaba que ella también le quería porque es su madre, pero no era así, la madre ya no aguantaba más, necesitaba deshacerse de él.
Esa misma noche fue a hablar con su marido:
-Cariño, necesito decirte algo, ¿podemos hablar ahora mismo?
         -Sí, claro, dime.
-Ya no quiero que…
-Dime, ¿el que no quieres ya?
-Samuel.
-¡¿Qué?! Anda deja de decir tonterías, vamos a dormir.
-No son tonterías, ya no le quiero, he pensado en dejarle en un orfanato, es muy fácil, solo tenemos que firmar unos papeles y ya no será nuestro hijo, solo son unos papeles.
En ese momento se oyeron llantos, Samuel gritaba, harto de todo, en ese momento, se dio cuenta de que nadie le quería, su madre, su propia madre estaba decidiendo deshacerse de él, y lo que peor le pareció es que lo decía tan tranquila, le daban ganas de morir, se pegaba puñetazos, mirándose al espejo repitiendo: ‘No sirvo para nada, nadie me quiere’. Se dio una torta, y decidió seguir escuchando la conversación.
-¡De ninguna manera! ¡Es nuestro hijo! No le pienso abandonar, mira, que vas a cambiar a tu hijo por cotilleos, es alucinante.
<<Mi padre me quiere-pensó él con una sonrisa gigante>>
-Pues debes elegir, tu hijo, o tu mujer.
Samuel decidió no escuchar más de la conversación, se imaginaba la respuesta, estaba claro, iba a acabar en un orfanato, y con suerte, en una casa, pero es difícil que alguien adopte a un niño feo, ya no le quedaba nada, no sabía qué hacer, por unos momentos se le ocurrió la idea de suicidarse con Julia, pero, según afirmaba, Julia no quería suicidarse.

-¡HA DESPERTARSE! ¡VENGA! –dijo de malas maneras Cintia.
-¿Y si no quiero?
En ese momento, Manuel, el padre, entro por la puerta haciéndole señales a Samuel para que le hiciera caso:
-Venga, también he preparado un desayuno para Julia.
En ese momento, el pequeño, cogió a Julia de la mano dándose cuenta de que su padre la veía, aunque no la viese, Manuel era astuto, y sabía muy bien cómo hacer feliz a su hijo, y la verdad, era muy sencillo.
Al llegar a la cocina, Samuel se sentó en su típico lugar de comer e hizo como que apartaba una silla para que se sentara su única y mejor amiga.
-Julia, creo que a mi padre le caes bien, te ha preparado un desayuno, ¿no piensas comer nada? Como sigas así, te vas a morir.
Manuel miró tristemente a Samuel, le preocupaba su imaginación, al fin y al cabo, ya tenía 14 años, pero, por una parte le entendía, sin ningún amigo, lo mejor que puedes hacer es inventarte uno. También le miro triste porque al hacerle esa pregunta Cintia, Manuel no pudo responder, tenía más vida con Cintia, y no es lo mismo un hijo que una mujer, Cintia y él nunca se separaban, ella le había dado una semana para responder, y él no sabe qué va a decir. Pobre Samuel, casi nadie le quiere, para él, solo le quiere su valiosa amiga Julia.
Después de desayunar, Samuel, no sabía qué hacer, típico en las mañanas de Sábados, la mayoría de los niños ven la tele o chatean por redes sociales, pero él no tenía amigos, no merecía la pena crearse una red social.
-¡Papá! No sé qué hacer.
-Vete a tu habitación, tengo una idea.
Como le había dicho su padre, fue a su habitación y esperó.
Manuel asomó por la puerta y le hizo un gesto para que se tumbara en la cama.
-Cierra los ojos.
Tras cerrar los ojos, preguntó:
-¿Y ahora qué?
-Silencio, no digas nada, no abras los ojos, crea tu mundo, mete a las personas que quieras en él, e imagina todo lo que se te antoje.
En ese momento Samuel tuvo un mundo en el que solo estaban él y Julia. Se imaginó que volaban, veían las casas muy pequeñas, y Julia hablaba. Tenía una melena rubia y unos preciosos ojos azules, era la mujer más guapa del mundo para él.
-¿Hacia dónde volamos?-preguntó Julia alegremente.
Samuel abrió los ojos, se levantó de la cama y se fue de la habitación.
-¿Qué te pasa?-preguntó su padre.
-No me gusta este juego.
Manuel extrañado porque le debería encantar, pues lo había inventado para eso, le preguntó:
-¿Y eso?
-Es que, papá, odio los sueños, odio esto, es muy parecido, vamos a ver, para que quiero imaginar todo eso, cuando abra los ojos voy a estar en este asco de vida, prefiero no hacerme ilusiones, en el sueño te despiertas y en este juego tuyo, peor todavía, abres los ojos. Solo con abrir los ojos se acaba todo lo bueno.
-Pues no los abras, no los abras.
-¿Y qué voy a estar toda la vida en un profundo sueño?
-Digo, no los abras en la vida, ósea, mira lo bueno, no lo malo.
-¡Ah! Es verdad, pero hay un problema, no hay nada bueno.
Después de decir esto, Samuel se fue a llorar al salón donde se encontraba su madre, al verla, le miró con asco y se fue de casa, se quedó llorando en pijama en las escaleras, le daba igual que alguien le viera, ya lo tenía todo perdido. En el fondo, él, sabía perfectamente que Julia no existía, pero al no tener a nadie, y después de verla en su imaginación, había pasado de ser invisible a ser una preciosa rubia de ojos azules, la típica guapa.
Manuel dejó que Samuel pensara en los hechos porque no sabía que decirle.

-Cariño ¿podemos hablar?-preguntó el padre de la familia a su mujer.
-Sí, claro, claro.
-Es sobre Samuel, ya me lo he pensado.
-¿Y bien que has decidido?
-Pues, haber, cariño, te quiero, mucho, mucho, mucho, pero no eres el tipo de mujer que parecías ser, me has hecho elegir, pues me voy por Samuel, esta es nuestro último día aquí.
Cintia le miró con rabia y con decepción y se fue a un supermercado donde compró alcohol para olvidar que su marido le había dejado.

En casa, todos se pusieron a dormir. Cintia llegó con algunas bebidas muy fuertes. Se bebió dos botellas y se le fue un poco la conciencia, no sabía lo que hacía.
De la rabia y el dolor que Cintia poseía fue a la habitación donde dormía su marido y, sin pensárselo dos veces, hundió un cuchillo en su pecho. Seguidamente se puso a llorar recordando todos los momentos buenos a su lado.
Nada más matarle, arrepentida, se fue de casa para olvidar lo que había en ella, fuera de casa se clavó el mismo cuchillo en su garganta.
Samuel se despertó sudoroso, había tenido la peor pesadilla del mundo. Se levantó de la cama y fue al baño. Por el camino se dio cuenta de que había una gran mancha roja en la cama de sus padres, al entrar, no supo ni llorar, pegó un grito y dijo:
-¡¿Pero qué cojones pasó?!
‘Después de dos años’
-Estos son tus nuevos papás-dijo el director del orfanato a Samuel.
-Hola
-Hola, ¿Quieres que vayamos ya a casa y de paso te la enseño? –dijo su nueva madre con una sonrisa confiable.
Él asintió y fue en el coche de sus nuevos padres.
Cuando llegaron, le enseñaron todas las partes de la casa incluida su habitación.
-¿Me podéis dejar solo en mi habitación?
-Si, por supuesto, y recuerda, este es tu nuevo hogar, como si hubieras vivido aquí desde toda la vida-dijo su nueva madre nuevamente sonriendo.
Cuando se fueron de su nueva habitación disfrutó hablando con Julia explicándole:
-Julia, estoy triste, creo que lo mejor es morirme, si, no insistas, tu no existes, si me muero quizás, pero bueno, no pensemos que no existas ahora, te quiero, vivo soy infeliz, muerto, estaré con mi padre, y estaré contigo, que digo, estaré con todos, y estaré feliz, eso es lo que importa, ¿lo entiendes?
Samuel escribió una carta para sus nuevos y últimos padres.
Después agarró a Julia de la mano y fueron juntos hacia el borde de la ventana, Samuel miró abajo y tragó saliva.
-Te quiero-le dijo a Julia.
<<Yo también-pensó Samuel que le decía ella>>
-Una, dos y tres.
Samuel se dejó caer, cerró los ojos, le apretó la mano a Julia y se tiró con un grito. Antes de caer, notó un apretón de mano, por primera vez notó a Julia.
Abrió los ojos y lo primero que vio fue a una chica guapa, con preciosos cabellos rubios y ojos azules.
-Hola, todo ha ido bien –dijo ella con una sonrisa.
Cuando se levantó de la cama de oro vio a dos pájaros gigantes, uno azul y otro verde.
-El tuyo es el verde.
Se subió al verde, Julia al otro y le dijo:

-¿Hacia dónde volamos?
Tanto tiempo había él estado esperando eso, estar con Julia, que existiera, estar volando, todo lo que quería, y lo único que podía hacer era sonreír, Julia, verdaderamente existía. Los pájaros se tiraron y Samuel sintió que podía volar, Julia le volvió a preguntar:
-¿Hacia dónde volamos?
Y lo último que se de esta pequeña historia es que Samuel recuperó la sonrisa.
         Samuel se miró al espejo y vio que era guapo, sin gafas, sin aparato, era guapo, muy guapo, a su lado la mujer más bella del mundo, su mujer, Julia, con la que había compartido toda su vida, y al otro lado, su padre tan sonriente como siempre, por fin todos juntos, solo faltaba su bella madre, que no la había vuelto a ver. Cintia apareció por la puerta y le dijo:
         -Te quiero.
Y Samuel le sonrió, dejando atrás todo lo malo, porque un juego puede que llegue a darte una mejor vida.
Julia le susurró a Samuel al oído:

-No abras los ojos.

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